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Raza y sus otros

Jill Lane y Marcial Godoy-Anativia

En su contribución a este número de la revista, “El coolie habla”, Lisa Yun se refiere a la “peculiar fatalidad del color” que afectó tanto a los trabajadores contratados chinos como a los esclavos africanos en las plantaciones cubanas durante las últimas décadas de la esclavitud en la Isla. Esta “fatalidad” es otra forma de nombrar esa formación racial transatlántica en la cual la raza se vivía como un destino violento. Secuestrados y trasladados desde el otro lado del Atlántico o el Pacifico, el esclavo y el “coolie” se convertían en mano de obra racializada al atravesar las líneas internacionales del color. Como un trabajador chino en una plantación azucarera explicó, “dos celdas, una para los negros y otra para los chinos, y ambos con grilletes puestos en las celdas.” En este contexto, el color los unía en su cautiverio por un lado, y articulaba la diferencia entre ellos por el otro.

Trabajadores “coolie” provenientes de China y la India desembarcaron en distintos puntos del continente, como Vancouver, San Francisco, Lima, Barbados, Guyana y La Habana. Su llegada entre los 1840s y los 1870s coincidió con la era del fin de la esclavitud en muchas partes de hemisferio, y ha sido tratada como la “transición” entre la mano de obra esclava y la mano de obra libre en las Américas. Sin embargo, esta coincidencia entre la mano de obra contratada china y la esclavitud en Cuba, como argumenta Lisa Yun, nos demuestra que el contrato—esa instanciación primordial de la mano de obra “libre”—funcionó “como un instrumento transparentemente racializado, que se alimentaba de y que reinscribía la subordinación de poblaciones específicas a través del trabajo y el lucro.”

Esta confluencia de múltiples formas de explotación racializada apunta a los tres ejes a través de los cuales este número de e­misférica propone analizar la relación entre raza y performance en las Américas.

Primero, proponemos analizar raza como una figura que es siempre contextual, dialéctica y relacional. El significado mismo de ser “chino” o “africano” fue forjado en el traslado al continente, donde tanto uno como el otro serían siempre definidos dentro de las matrices raciales del nuevo mundo. Esta “peculiar fatalidad” del color toma su forma solo dentro de la lógica de la plantación colonial y postcolonial. Las distinciones de status y las diferencias sociales que organizaban los entornos de los chinos y los africanos antes de su traslado al continente fueron disueltas en el escenario de la subasta y reemplazadas por otras. Y aunque estas distinciones pueden haber continuado teniendo vigencia para individuos o comunidades específicas, estas dejaron de ser las matrices que organizarían la diferencia en las Américas.

Segundo, proponemos que la diferencia racial suele a expresarse en torno a las relaciones materiales, y con frecuencia a través de formas corporalizadas. Estas lógicas se hacen visibles en uso de grilletes impuesto a los chinos y africanos en las plantaciones cubanas. El punto aquí no es que el ser chino o africano conlleve a los grilletes, si no lo opuesto—el tener que usar grilletes escenifica, materializa, da luz al significado de estas formas de ser en el nuevo mundo, generado una matriz que por un lado les otorga un lugar común y que por otro las diferencia entre si. En su formidable estudio sobre la esclavitud en Estados Unidos, Escenas de sometimiento, Saidiya Hartman nos recuerda que la “naturalización” de lo negro (y aquí podríamos agregar “lo amarillo” o “lo chino”) “requiere de la fuerza y la violencia al extremo para mantener su aparente facticidad”. Esta “facticidad” (givenness), explica la autora, “es el producto de la brutal corporalización del cuerpo y del posicionamiento de sus partes como índices de verdad y de significado racial” (Hartman 1997:57). En su ensayo en este número, Christen Smith avanza un análisis similar en el caso de la violencia policial en Brazil, argumentandoque es la experiencia vivida de la violencia racial la que construye y da cuerpo a las categorías raciales en la vida cotidiana. Son precisamente estos actos rutinarios de violencia policial contra hombres negros en Brazil, según Smith, los que inscriben la raza en los cuerpos, tanto individuales como sociales y políticos. La “facticidad” de la raza requiere su reiteración permanente a través de estos actos represivos (palizas, grilletes) y sus sedimentaciones representacionales. Es su reiteración constante lo que la produce como una categoría vivencial, y lo que le otorga su capacidad de organizar una amplia gama de relaciones sociales más allá de si—lo que Marisol de la Cadena denomina sus “externalidades” en su ensayo en este número.

En tercer lugar, la geografía racial de las Américas evidencia formaciones raciales distintas, a veces contradictorias, que se rozan y se intercalan en sus puntos de encuentro—placas tectónicas cuya inestabilidad y movimiento generan enormes tensiones y territorios críticos. Siguiendo el caso de la mano de obra “coolie” en el siglo diecinueve, los trabajadores chinos fueron incorporados a distintos espacios coloniales y nacionales en las Américas que se caracterizaban por distintas matrices raciales, generando así condiciones de posibilidad distintas para estas poblaciones en distintos lugares. En este sentido, mientras hay experiencias y vivencias de lo racial que se extienden por todo el hemisferio, hay otras que las interrumpen y contradicen al nivel local, nacional y regional. La mayoría de los discursos nacionales en las Américas se fundaron sobre ideas de la inclusión y la exclusión específicamente y explícitamente racializadas (lo que Jean Rahier denomina “la biología ideológica de la ciudadanía” en su ensayo en este número), de tal manera que las fronteras nacionales en muchos casos delimitan las formaciones raciales. Sin embargo, también existen otras matrices dentro de las cuales la raza se ensaya y se vive—producidas por la migración, las diásporas y mas recientemente los discursos y políticas neoliberales—que se sobreponen a esta misma geografía, figurando otras economías y territorios de lo racial en el mapa continental. Esta geografía consiste en una serie de zonas de contacto raciales (extendiendo la frase de Mary Louise Pratt, 1992) en las cuales lo que entra en contacto o conflicto no son razas, si no matrices raciales que se topan y se transforman entre si. Es precisamente este paisaje, con sus roces y dobleces, que este número de e-misférica busca elucidar.

Raza y sus otros trae a colación el trabajo de artistas, intelectuales e investigadores que examinan los legados de lo racial en y a través del performance. Nuestras aproximaciones críticas ponen énfasis en el ineludible peso y violencia de esta historia, pero también le prestan atención a otras maneras de imaginarnos estos territorios a través y más allá de lo racial. La tarea de la traducción en este número nos ha hecho especialmente concientes de los desafíos que presenta pensar lo racial desde una perspectiva he-misférica. Pareciera ser que el lenguaje que tenemos a nuestra disposición ya estuviese saturado y determinado por los contextos raciales de su enunciación. ¿Cómo traducir la evocativa palabra “blackface” (cara negra) desde el inglés al castellano? ¿Cómo traducir la enorme densidad de la palabra “mestizaje” al inglés? En su ensayo en este número, Tavia Nyong’o se pregunta si quizás sea imposible una traducción precisa de la palabra “miscengenation”. La explicación de la ausencia de equivalencias lingüísticas claras, de la imposibilidad de la traducción limpia de estos léxicos raciales americanos, es sin duda más histórica que filológica. “Blackface” ha sido y continua siendo una práctica y experiencia común en la América hispanoparlante (como demuestra nuestro dossier sobre “Impostura Racial”), y no cabe duda que Estados Unidos tiene una larga historia con las mezclas raciales (como demuestran los debates recientes en torno al Presidente-electo Barack Obama). Los desafíos de la traducción impuestos por esta saturación del lenguaje sirven como índices tanto de las distintas matrices y geografías de lo racial como de los roces y fricciones entres ellas. Ofrecemos estos ensayos, presentaciones de artistas, y reseñas de libros y performances como una contribución crítica para pensar a través y más allá de nuestras distintas y compartidas realidades de la raza y lo racial.